ÚLTIMO CAPÍTULO: Arrieritos somos....



 Allí se encontraba Carla, sola, mirando fijamente la pared que tenía por frente. Ante ella una luz cenital alumbraba potentemente la mesa a la cual estaba esposada, haciendo que el resto de la habitación permaneciera a oscuras. Tras un espejo, en la otra habitación, se hallaba Draco, con los ojos rojos, como si la pena que adentro llevaba no le dejara dormir desde que fuese liberado de su cautiverio y solo le impulsara a llorar. Con el rostro apoyado sobre el brazo postrado en la pared, solo se le escuchaba balbucear una frase que parecía proceder del último retículo de su corazón: Te quiero.
Separó su cara del brazo cuando de repente sintió la mano de su hermano Marco.
- Vamos, tranquilo. Respira por un momento. Toma, ve a por un café, llevas muchas horas aquí de pie mirándola. – Dijo Marco intentando darle unas monedas.
- No la volveré a ver en mucho tiempo, déjame aquí, el hecho de mirarla me consuela. ¿Hay algo nuevo?
- Draco, la cosa está muy fea. – Tras estas palabras el silencio se hizo presente en aquel pequeño cuarto pegado a la habitación de interrogatorios de la Policía Nacional de Madrid.
- Pero, me salvó la vida, ¿no puede salvarse por ello?
- Draco, la interrogaré y recogeré su testimonio, pero desde ya te digo que no te hagas ilusiones.

Tras esto la cara del joven Draco pareció volverse más vieja y cansada. Ya las ojeras eran más que evidentes y los labios parecían haberse descolorido por completo. Marco abrió la puerta de la sala contigua y se sentó en la silla situada frente a Carla. Ella no cambió ni un ápice el gesto de su cara, parecía de piedra.
- Dime Carla, ¿qué os impulsaba a vender droga a esos pobres jóvenes? - El interrogatorio empezó y Carla se mostró desde un primer momento dispuesta a responder a todo lo que le preguntaba Marco.

Ella, junto con su novio Jesús Antonio Pérez, tras haber pasado por el mundo de la droga desde muy jóvenes decidieron ser ellos quienes la vendieran. En principio solo vendían a ciertos institutos de la zona este de Madrid, pero viendo que podrían hacer mejor negocio, se aliaron con una de las tantas mafias imperantes en el mundo de estupefacientes a nivel nacional. La cosa marchaba bien hasta que un día, a uno de sus habituales clientes, Pedro Expósito lo interrogó la policía para así poder dar caza a los traficantes. Al tener el cuchillo de la mafia en las espaldas decidieron matar al chaval y a su amigo, eliminando cualquier lazo entre ellos y la policía. Para asesinarlos, Jesús Antonio quedó con Pedro para ir en el coche de él a recoger a su amigo. En el momento que se montó el amigo en el coche, Jesús Antonio aprovechó para matar a  ambos. Como era inexperto le asestó una cuchillada al conductor mientras este intentaba acelerar por lo que acabaron chocando con el árbol de la finca en la que encontraron el coche al día siguiente. El choque hizo que Jesús Antonio sangrara  y dejara su sangre allí en el coche. 
Tras haberse deshecho de los cadáveres, Jesús Antonio asesinó al vecino de la finca para borrar cualquier tipo de testigo. Pero el negocio se les iba de las manos. La mafia tenía riñas muy grandes con ellos, la última en el área de descanso de Navacerrada. Allí los mafiosos decidieron darle la última oportunidad, pero Jesús Antonio pareció resistirse por lo que empezó una persecución, en la que los mafiosos perseguían a Jesús Antonio en un Ford Sierra, el coche de la discordia. Pero se olvidaron a alguien: Carla, nerviosa se escondió en los lavabos y fue allí donde la encontró la policía. Para disimular dijo que su novio había discutido con gente muy mala, los cuales le persiguieron con un Ford Sierra. El caso pareció olvidarse pero la entrada en escena de Draco lo cambió todo. Éste buscando pruebas fue hasta la nave en la que la mafia operaba y fue allí donde Jesús Antonio lo retuvo.
- Explíqueme, ¿por qué mató a Jesús Antonio Pérez? – Fue una pregunta demasiada directa para Carla. Fue cuando ella empezó a llorar y a hablar lentamente.
- Jesús Antonio ya no sabía qué hacer. La mafia iba a matarlo si no paraba de destaparlos y Draco era quien sabíamos estaba detrás de nosotros. Pero... – El silencio se hizo en la sala.
- ¿Pero qué? ¿Acaso no le amaba? ¿O la mafia le obligó a matarlo?
-No, lo maté porque amo a tu hermano.

De pronto se escucharon golpes al otro lado del ancho muro que separaba las habitaciones. Draco estaba golpeando con los puños la pared, mostrando así su impotencia ante los hechos.
Aquella tarde que la vio por Madrid y le negó el cigarro fue una muestra más de lo que sentía por ella. Quería tontear con ella, pero a veces se le olvidaba que estaba con Jesús Antonio, un viejo conocido del instituto y que no dudaba en pegar a todo aquel que se adentrara en sus asuntos.
Jesús Antonio apuntado con la pistola a la cabeza de Draco le obligaba responder a la pregunta de quién lo mandaba.
- No me dejas otra opción Draco. Esta bala será la que te mande derecho al... – El sonido del disparo hizo creer a Draco que le habían disparado. Pero al abrirlos y darse cuenta de que estaba vivo, vio a Carla sujetando incrédula la pistola con la que había acabado con la vida de su novio.
Tras esto Carla decidió poner punto final a su mala vida. Liberó a Draco y fue a entregarse a la policía voluntariamente.
- ¿Sabes que se te acusa de venta de drogas y de asesinato, verdad?
- Sí soy consciente.
Sin más palabras Marco se levantó de la silla, salió de la habitación y se encontró con un, aún más destrozado hermano.
- Vamos Draco, te dejo que te despidas de ella, pero ni una palabra a mis superiores.

Y así fue como Marco quedó conmocionado al ver a través del falso espejo a su hermano abrazado a Carla. Un abrazo que parecía no terminar en el que ambos se hicieron uno. Uno buscaba el abrazo de despedida y la otra buscaba el abrazo del hombre al que quería desde que un día se vieron en aquel descampado del viejo Madrid.

F I N

Este relato en capítulos ha sido realizado exclusivamente por alumnos del centro. cada uno se ha encargado se continuar la historia en el punto en que la dejó su antecesor. Desde la Biblioteca agradecemos encarecidamente su colaboración, totalmente desinteresada a:

Arturo Ufano Fernández: El hombre de lila, ¿Quién se acuerda de ti, Draco?
Javier Gallego Curiel: Turbios asuntos, Arrieritos somos...
Mª de Sales Hoyos Boix: Réquiem
Antonio Suárez Puente: Viejos conocidos

Esperemos que hayan disfrutado tanto escribiendo, como nosotros leyendo. 
DE NUEVO, GRACIAS A TODOS

No hay comentarios:

Publicar un comentario